lunes, 19 de abril de 2010


Lolo saludó a Edelmiro con un leve gesto de cabeza, pero no se entretuvo demasiado con él, buscaba a otra persona. Sabía que Marta lo necesitaba más que nunca, pero no estaba seguro del porqué, ya que ella todavía continuaba fingiendo que todo estaba bien. Recorrió el patio del colegio, con la mente en blanco, sin fijarse demasiado en las personas de su alrededor. Pin-Pon, que trataba de liberarse de unos cuantos matones que le insultaban indiscriminadamente. Tampoco se percató de cómo Alejandra avanzaba con lágrimas en los ojos, ni como Rubén estudiaba como un loco, preocupado por el examen de historia.
Pero cuando vio a Marta con un moratón en la barbilla, contemplando el mundo con la mirada perdida, su ensimismamiento desapreció, tiñéndolo de rabia contenida.
Estaba completamente seguro de que algún malnacido le pegaba, y que, probablemente abusaban de ella, ya que su humor había cambiado drásticamente, mostrándose reservada y poco perceptiva.
Había tratado de hablar con ella varias veces, sin embargo Marta no soltaba prenda, limitándose a repetir una y otra vez que se encontraba perfectamente.
Se sentó a su lado, en los bancos amarillos que bordeaban una de las zonas ajardinadas, y la miró fijamente a los ojos, comprobando horrorizado la tristeza que se escondía en ellos.

- Marta no puedes seguir así.

Ella le miro, taciturna, pero se percató de que Lolo no apartaba la vista de su moratón así que, trató de forzar una sonrisa.

- Tranquilo Lolo, no te pongas paranoico, ¿vale? Solo ha sido un golpe.

- Marta, por favor, sabes que puedes confiar en mí.

- Lolo, no seas pesado, ya te he dicho que no me ocurre nada.- se levantó y se alejó molesta, sin embargo ambos sabían que las cosas no iban bien.

Tras esta conversación, Lolo se prometió a si mismo tomar medidas. No podía permitir que Marta sufriera de esa manera.

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